A quien corresponda,
He nacido con cinco sentidos con los cuales percibo y aprehendo el mundo. A saber: vista, oído, gusto, tacto y olfato. Al igual que usted visito frecuentemente establecimientos donde realizo transacciones para abastecerme del sustento necesario para satisfacer mis necesidades básicas y las de las personas allegadas a mí.
Soy una mujer de temperamento sosegado (ejem) y no suelo alterarme fácilmente pero, he notado (más bien mis oídos lo han hecho, y muy a pesar de ellos) que no hay sitio donde vaya en donde usted no esté musicalizando con su selección nefasta de música DIS-funcional y sin intervalo alguno como para tomar aire o tragar saliva.
Usted no lo permite y me arrastra (muy a mi pesar) a su boliche ambulante de mil demonios que funciona non-stop, las 24 horas.
¿Hay necesidad de musicalizarlo todo??
La sala de espera del dentista. El supermercado. El local de ropa. El cyber. El bar de paso. El restaurant. La oficina. La peluquería. Y todos y cada uno de los lugares abiertos al público por donde se me ocurra transitar.
Usted, DJ del infierno, no ha salvado mi vida la noche anterior, como canta despreocupada Madonna. Y tampoco me pone en brazos de algún muchacho fornido y carilindo. Lo único que ha hecho es perforar mis tímpanos y dejarme los nervios de punta.
Cada vez que entro a un local compro cualquier cosa y de manera compulsiva con tal de salirme pronto de allí. Su música altisonante me espanta!
Le pido, por piedad, que intente con otro hobbie. Yo, por mi parte, intentaré sacar turno en algún monasterio inhabitado. Tal como estoy hoy no soportaría ni siquiera la voz monocorde y dulce de un monje.
jueves, 15 de julio de 2010
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